La comunidad "Pepe grillo"
Somos tres profesoras de Filosofía, graduadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Nadia Marino, Paola Depetris y Andrea Suarez.
En el marco de los Proyectos de Extensión Universitaria "Mauricio López", tuvimos la oportunidad de trabajar en el comedor
tunuyanino “Pepe grillo”. A este espacio comunitario asisten niños de 3 y 4 años que aún no están en edad de escolarización por lo que son contenidos y estimulados desde
el aspecto lúdico.
Las sensaciones del comienzo
Al momento de planear los encuentros con la comunidad, la primera
cuestión que nos planteamos como colectivo de trabajo, fue la de apropiarnos de la
categoría “extensionista”.
Con la
sensación de tener abundantes categorías de análisis, pero estar desprovistos
de herramientas concretas, nos interesamos por algunas prácticas como
la cartografía social y la intervención socio-comunitaria. Estas herramientas nos inspiraron, aunque al buscar actividades que nos permitieran
el intercambio de las prácticas comunitarias, nos percatamos de la ausencia de herramientas en
las Ciencias Sociales, para el trato directo con la realidad.
Estos fueron los
primeros obstáculos y los primeros impactos de la extensión, empezar a diseñar
las herramientas para llevarla a cabo.
Elaboramos un afiche para promocionar los encuentros, en el que quedó plasmado lo que nos proponíamos: el desplazamiento de una adultez que educa y un niño que aprende, a la idea de una infancia activa que no sólo tiene ignorancias sino que también tiene saberes.
“Todos tenemos derecho a la educación…. Por eso todos podemos enseñar”.
Nuestra mirada de la Filosofía Para creer en estos encuentros, partimos desde una determinada consideración de la filosofía y sobre todo de la infancia. Pensamos, junto a filósofos como Walter Kohan, que la niñez ha sido y es un tópico muy importante de la filosofía. Este pensador argentino realiza un rastreo de la concepción sobre la niñez, desde los presocráticos hasta la filosofía contemporánea. En dicho camino por la “Filosofía de la infancia” se aprecian modos diversos de comprenderla: la infancia como un período extraordinario para el aprendizaje, como una fase privilegiada de la vida humana, también la infancia como incompletitud, imperfección, como la mera sensibilidad en desmedro de la razón. Los niños, paradójicamente, son identificados con los locos, los borrachos, los esclavos, los débiles, los que no tienen voz (in-fans), también se los asocia con la fantasía, la imaginación, la creatividad, la libertad, la esperanza. La infancia es una categoría que tiene mucho para decir, ya que entraña en sí misma una formidable tensión. La infancia en tanto momento específico del sujeto, nos acompaña en un determinado momento de nuestra existencia, como experiencia propia y luego nos sigue rodeando de otros modos: en nuestros hermanos, hijos, alumnos, niños de nuestras comunidades. Es una compleja experiencia que una vez nos perteneció y que desde la adultez escapa a nuestra pretensión de capturarla. Fuimos esos niños, pero hoy nos encontramos con otros niños cuyo mundo no nos es del todo accesible. Una experiencia subjetiva que no se negó a nadie, pero que hoy se nos presenta como una otredad que se resiste. Considerando entonces que, no sólo hay reflexiones filosóficas sobre la infancia, sino también que en la infancia se dan prácticas filosóficas, nuestro desafío era plasmar la riqueza de estas nociones en los encuentros con la infancia del comedor... Algunas herramientas... Tomamos algunas ideas de los programas de filosofía con niños, algunas ideas de la cartografía social y, valiéndonos del trabajo con títeres, hicimos hincapié en la “Resolución comunitaria de problemas”. |
En cada encuentro la comunidad trabajó en la solución de una determinada situación problemática. Por medio de indicios los niños primero debían inducir cuál era el problema a resolver.
El títere, así como la infancia, se acercó a los niños lleno de tensiones, de perplejidades
"Aivar no tiene dónde vivir"
"...y bueno, si no tiene donde dormir, me lo llevo a mi casa..."
En la búsqueda de soluciones se pusieron en en juego capacidades como las de asombrarse, inducir, hipotetizar,imaginar, escuchar, preguntar, consensuar.
Por medio
de estas actividades se manifestaron saberes relacionados a la experiencia real
que los niños tienen de tópicos como la identidad, la vivienda, la familia.
Algunas reflexiones...
Los encuentros con los niños del comedor
nos hacen experimentar una infancia rica, que no sólo pasa en el comedor
un tiempo pasivo de cuidado, o alimentación, sino que como pequeña comunidad,
le basta encontrar un momento para poner en marcha lo que sabe.
Escuchamos un sinfín de historias, sugerencias, preguntas, niños que con 4 años, esperaban la oportunidad para contarnos sus cuentos. Pudimos apreciar que los niños no siempre deseaban responder lo que nosotras preguntamos, y tampoco preguntar lo que nosotras deseábamos que preguntasen; sino que aprovechaban nuestra actitud de escucha para decir, con total libertad, lo que tenían ganas.
En la infancia de este comedor no había miedo a responder una cosa por otra, a explayarse demasiado, a hacer preguntas íntimas. Por esta falta de unidireccionalidad entre la pregunta con su respuesta correcta notamos diálogos muy interesantes. Hallamos un modo divergente de pensar a la hora de arrojar soluciones.
En la comunidad de niños del comedor, logramos articular, y sobre todo, tener por primera vez el contacto, con una infancia activa, creativa, que se asombra con simpleza, en la que acontecen prácticas propiamente filosóficas, cuando se le propone el espacio concreto para que éstas se desplieguen. Los niños se asombran, distanciándose de lo establecido, practican caminos desacostumbrados para resolver problemas que se les presenten.
Escuchamos un sinfín de historias, sugerencias, preguntas, niños que con 4 años, esperaban la oportunidad para contarnos sus cuentos. Pudimos apreciar que los niños no siempre deseaban responder lo que nosotras preguntamos, y tampoco preguntar lo que nosotras deseábamos que preguntasen; sino que aprovechaban nuestra actitud de escucha para decir, con total libertad, lo que tenían ganas.
En la infancia de este comedor no había miedo a responder una cosa por otra, a explayarse demasiado, a hacer preguntas íntimas. Por esta falta de unidireccionalidad entre la pregunta con su respuesta correcta notamos diálogos muy interesantes. Hallamos un modo divergente de pensar a la hora de arrojar soluciones.
En la comunidad de niños del comedor, logramos articular, y sobre todo, tener por primera vez el contacto, con una infancia activa, creativa, que se asombra con simpleza, en la que acontecen prácticas propiamente filosóficas, cuando se le propone el espacio concreto para que éstas se desplieguen. Los niños se asombran, distanciándose de lo establecido, practican caminos desacostumbrados para resolver problemas que se les presenten.
"Luego de esta experiencia, creemos como crucial que una comunidad de niños tenga la experiencia sostenida de poder mostrar lo que
sabe. Plantear soluciones de modo creativo, respecto a situaciones
problemáticas se vuelve un importante agente de cambio para futuros desafíos de
la comunidad. El hecho de que una
comunidad le otorgue importancia a la creatividad, la imaginación,
al consenso en la resolución de problemas, no es sólo la inocente planificación
de un comedor de niños, es algo que puede ir más
lejos. Darle un espacio y afianzar los saberes de una comunidad de niños, se
transforma en el acervo de herramientas, del que esos niños, en su adultez, pueden
disponerpara resolver las necesidades de su propia comunidad".